La comunidad del seminario

La vida comunitaria es un instrumento ineludible en la formación de quienes deberán, en el futuro, ejercitar una verdadera paternidad espiritual.

D. Marcelino Manzano Vilches

Director Espiritual del Seminario

Jesús llamó a los que quiso, para que estuvieran con él…

Estas palabras del evangelio según san Mateo (Mt 3, 13-14) compendian perfectamente la vida espiritual del Seminario. Los que reciben una llamada especial de Jesús, una vocación para ser sacerdotes, son llamados ante todo para estar siempre al lado del Señor.

Ese “estar con Jesús” acontece en la vida de la gracia y de los sacramentos, por la Eucaristía y la Penitencia, la escucha de la Palabra y la oración, coloquio íntimo con el Señor. También, cómo no, en la adoración eucarística y en el amor a María, en la imitación de los santos y en el conocimiento del tesoro de la tradición espiritual de la Iglesia. Y esto se concreta en el rito de vida del Seminario, donde la dimensión espiritual no solo no es secundaria, sino que vertebra auténticamente toda la existencia del vocacionado, a través de la misa diaria, la liturgia de las horas, la oración personal, el rezo del rosario, la lectura del magisterio eclesial y de las obras de los grandes maestros de la espiritualidad cristiana, la confesión y el diálogo con el director espiritual. Y, por supuesto, la experiencia de compartir la vida espiritual con los compañeros que también han sentido la llamada, conformando una verdadera comunidad que ayuda al propio crecimiento personal. Una comunidad de discípulos llamados a ser apóstoles, de la cual la alegría, sincera y sencilla, del Evangelio es su principal cualidad.

Va creciendo así una existencia en disponibilidad ante Jesucristo, que da sentido y plenitud a toda la existencia del vocacionado, siendo seminarista y siendo más adelante sacerdote, permaneciendo en fidelidad no forzada, sino nacida de un sincero amor al Señor y a la Iglesia, y en concreto al pueblo de Dios al que se es enviado. Gozo, fidelidad y disponibilidad que construyen la sana vivencia del celibato, expresión de la fecundidad de un corazón lleno del Señor y dispuesto a llevar a Cristo a los demás por encima de todo.

Los que dicen sí a Jesucristo no necesitan nada más. “El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad”. Los llamados al sacerdocio viven la pobreza como Jesús y para Jesús, despojados de todo interés material, ricos en los únicos bienes que verdaderamente valen, los del cielo, y que se comparten generosamente con los demás.

Realmente, el protagonista de todo este proceso es el Espíritu Santo. Él va creando en el seminarista un corazón nuevo y va infundiéndole las gracias necesarias para ir cumpliendo los compromisos y creciendo en las capacidades para tener la caridad pastoral de un sacerdote. El Espíritu Santo nos sostiene en las dificultades, en las tentaciones y en las debilidades con que podemos encontrarnos en el camino espiritual.

Una parte importante de la vida espiritual del Seminario es el amor a la Iglesia, determinado por el crecimiento del amor a Jesucristo. Toda vocación cristiana es un don de Dios, pero nunca se concede fuera o independientemente de la Iglesia, sino que siempre tiene lugar en la Iglesia y mediante ella. En el Seminario se va comprendiendo que el sacerdocio se configura como servicio a la Iglesia, pues el sacerdote se pone al servicio del Pueblo de Dios, en medio del cual actúa en nombre y con la autoridad de Jesucristo.

Y podríamos afirmar que la vida espiritual del Seminario está custodiada y amparada por la Stma. Virgen María, invocada especialmente como madre de los seminaristas y de los sacerdotes y modelo excelso para su espiritualidad, por lo que se le ofrece una tierna devoción y se imitan sus virtudes, además de tenerla permanente presente en la oración. María es la persona que mejor que nadie ha correspondido a la vocación de Dios como sierva y discípula de la Palabra.

Si al leer estas líneas sientes como un pellizco ilusionante en el corazón, es que quizás el Señor te llama para ser sacerdote. No te quedes con esa duda y pregúntaselo a Jesús en la oración, y no tengas miedo de escucharle y de decirle que sí.

Marcelino Manzano Vilches. Director Espiritual del Seminario.