Nuestros testimonios vocacionales

Testimonio Luis Amodeo

“La vocación es una respuesta de amor a Dios y al prójimo”

Luis Amodeo, seminarista de primer curso

El 2 de julio de 2022, Luis Amodeo recibió el sacramento de la Confirmación en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Victoria, de Arahal, y “con total certeza recibí el Espíritu Santo y mi vocación”, asegura. Un mes más tarde, dejaba su trabajo como analista digital de datos e iniciaba su formación en el Seminario Metropolitano “para dedicar mi vida con generosidad al Evangelio y al servicio de la Iglesia”.

Tiene claro que su familia fue “el primer seminario”. Recuerda cómo desde niño “mis padres me transmitieron la fe y junto a ellos aprendí los valores que me han acompañado durante toda la vida”. También destaca la importancia de la hermandad: “Esperaba con ilusión cada Viernes Santo para participar en la procesión y cuando veía las sagradas imágenes, me llevaban a orar y a Dios”.

La oración es fundamental en la vida de este seminarista: “Establecer un diálogo con Dios en todo momento me hace permanecer en su amor y en la Verdad”. A ello se suma su experiencia de la Eucaristía, que describe como “el momento más importante del día”.

Por otra parte, Luis aspira a “vivir la alegría del Evangelio y ser portador de su mensaje, especialmente con las personas que más sufren: los pobres, los desamparados, las personas que viven en soledad, los inmigrantes, los presos, los enfermos… La pastoral y el voluntariado -continúa- nos facilitan estar junto a estas personas”.

Sobre su experiencia en el Seminario, comenta que la está viviendo “con vivacidad, disponibilidad para el servicio, fidelidad y docilidad. Verdaderamente es un tiempo de escucha, un tiempo de aprendizaje que estoy disfrutando con alegría”.

Concretamente, este curso está destinado en el equipo de Pastoral Vocacional, cuya labor es “ayudar a descubrir a cada persona su vocación específica”. En este sentido, señala, “la primera vocación a la que estamos llamados todos los católicos es la santidad. Luego, Dios regala a cada persona una vocación específica: el matrimonio, la vida consagrada o el sacerdocio”. Para discernir la vocación recomienda “tres instrumentos básicos”: la oración, los sacramentos y el acompañamiento espiritual. “Por último -concluye-, con ayuda del Espíritu Santo, una respuesta. La vocación es una respuesta de amor a Dios y al prójimo”.

Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios» (Lc 6, 20)