Nuestros testimonios vocacionales

Testimonio Alberto Jesús Campos

“Además de formarnos y estudiar, en el Seminario nos lo pasamos muy bien”

Alberto Jesús Campos, seminarista diácono

 

Alberto Jesús ha crecido en Villaverde del Río, en el seno de una familia “creyente, pero no practicante”, por eso, su decisión de ingresar en el Seminario Metropolitano de Sevilla, “provocó un impacto grande” en su familia y en muchos de sus amigos.

Este joven que ahora cursa el quinto año del Seminario explica que siempre había vivido su fe en la Parroquia de la Purísima Concepción de su pueblo, participando en distintos grupos parroquiales. Si bien, reconoce que la devoción a la patrona, la Virgen de Aguas Santas, “fue la puerta de la fe que me llevó a conocer a su Santísimo Hijo”. Otra devoción importante para Alberto Jesús es la Divina Misericordia, especialmente tras una experiencia que tuvo durante la JMJ de Cracovia.

 

“Jesús, en ti confío”

Precisamente fue en esta Jornada Mundial de la Juventud cuando el Señor plantó la semilla de la vocación sacerdotal en su corazón. “Recuerdo que el día de la vigilia me encontré un cuadro de la Divina Misericordia que estaba intacto. Este llevaba una inscripción que decía ‘Jesús, en ti confío’”, una jaculatoria que repitió incansablemente durante todo el día.

Lo ocurrido durante la bendición con el Santísimo en la vigilia aquel día supuso un punto de inflexión en su vocación: “Fue un sacerdote a acercarse a coger la custodia. Yo lo estaba viendo en la pantalla en un clima de profunda oración y, de repente, aquello que veía en la pantalla, estaba sucediendo delante de mis ojos. La misma custodia que estaba en la pantalla, la vi justo delante de mí, como si de un espejismo se tratara. Radiante de luz, no paraba de comparar lo que veía con lo que sucedía en la pantalla. Entonces, el sacerdote que vi en la pantalla cogiendo la custodia, en mi espejismo, era yo mismo. En ese momento sentí un calor inmenso y me desplomé en el suelo. Al instante, una amiga me levantó y me dio un abrazo tan fuerte que sentí que era el abrazo de Dios. Pasé toda la noche conmocionado y sin pegar ojo”, narra sobrecogido este seminarista.

 

Desde entonces supo que “quería entregarme a Él por completo, quería ser sacerdote. A pesar de la incertidumbre que sentí, hice que resonara en mi interior la frase de aquel cuadro que me encontré el día anterior: Jesús, en ti confío”.

Una propuesta atractiva

Aunque es consciente de que la sociedad actual no invita precisamente a esta entrega, apuesta por la “dialéctica del amor”, es decir, por presentar a Dios y el cristianismo “como un camino revolucionario” frente al mundo de hoy. Insiste en que “el mensaje del Evangelio es totalmente actual y cada día más necesario. En un mundo de guerra, de rabia, de polarización, un mundo acelerado… ¿Quién no necesita una palabra de paz, una palabra que te habla de que la caridad es posible, que la esperanza es real, y que la salvación es posible?”. En esta línea, concluye presentando la vocación sacerdotal como una opción de vida válida y atractiva: “Además de formarnos y estudiar, en el Seminario nos lo pasamos muy bien, y sobre todo nos reímos mucho como fruto del ambiente comunitario. Personas que no conoces de nada, en poco tiempo se convierten en hermanos. Hay muchas anécdotas y momentos divertidos, e incluso tradiciones. Para conocerlas, lo mejor es venir a descubrirlo por uno mismo”.

 

“Además de formarnos y estudiar, en el Seminario nos lo pasamos muy bien”